María, he leído ese texto que te ha enviado tu
amiga la que se hace llamar el Mechudo y que te llama a vos El Cabezón. Hablo
del texto que se encuentra en este mismo blog, llamado “Yo, el Mechudo,
pregunto”.
Está muy bien escrito, y por cierto que no
ganamos nada con eso. Escribir bien no sirve para nada. Allá en el año 2002 le
escribí una desgarrada carta de amor a un hombre que acababa de dejarme y me
respondió: “Qué bien escribes”. Ésa fue su respuesta.
Tu amiga llamada el Mechudo, con todo y su
pluma churrigueresca, no tiene sino una cosa llamada Crisis de los 40, así de
prosaico, así de contundente. Lo sé porque ahora mismo yo también la estoy
atravesando, como un largo desierto.
Sucede que mujeres como yo (y creo que también
como el Mechudo, por lo que cuenta) pensábamos que la crisis de los 40 les daba
sólo a las mujeres que se habían pasado su primera juventud (de los 20 a los
39) cuidando mocosos, trabajando en una oficina y aguantando a un marido. Pero
no. Error, mi lord.
La crisis de los 40 es, en definitiva, la
comprensión de que uno ya vivió la mitad de su vida, suponiendo que viva hasta
los ochenta, que es mucho suponer. De este modo, como por definición el ser
humano desea lo que no tiene, a los 40 cualquiera (aunque haya llegado a las
llamadas cimas del éxito) empieza a preguntarse si se habrá equivocado, si de
verdad habrá hecho lo que quería. Y desde luego la respuesta será siempre: no.
“Bienaventurados los que desean eternamente lo
que poseen”, dijo San Agustín. Bienaventurados e inexistentes, añadiría yo.
Nunca, en cuarenta años de vida, he encontrado a alguien que diga desear lo que
tiene.
De este modo, tu amiga el Mechudo, por muy
literario que lo cuente todo, está atravesando la crisis de los 40, que
consiste en preguntarse si uno no debió llevar otra vida que la que ha llevado.
Además, muy probablemente, por muy sofisticada
y exitosa que se crea, estará cuestionándose si no debió haber tenido hijos, si
como mujer está incompleta por no ser madre, si debería vivir en el país que la
vio nacer y meterse en política, hacer algo por alguien, de alguna forma, como
sea, adoptar dos haitianos, o tres…
Me atrevo incluso a aventurar que a las
mujeres más “exitosas” (me siento obligada a meter esa palabra entre comillas)
es a las que más fuerte les da la crisis de los 40. Bueno, no, no más fuerte
pero tiene más difícil solución. Para el ama de casa, madre y esposa abnegada,
que ni siquiera terminó los estudios, los cuarenta puede ser el lumbral de la
liberación, el inicio de todo lo que dejó de lado durante veinte años. Pero
ellas, las –repito- “exitosas”, ellas han pasado la vida liberadas y
liberándose. ¿Qué les queda ahora?
Catalina Murillo
Famosa en el mundillo
En mi cuenta a los 40 uno paso la marca de la mitad hace 5 años.
ResponderEliminarMe pregunto que sentirá uno cuando cumple 55.
qué bien escribes. qué hijueputa.
ResponderEliminarfeliz cumpleaños, vos! aunque sean cuarenta o, justamente, por eso! Un abrazo
ResponderEliminarPues, a los sesenta, una sigue preguntándose lo mismo, es más yo diría que ya me lo preguntaba a los veinte.
ResponderEliminarClaro que, como me dijo mi psiquiatra hace muchos, muchos años: ¿pero cuando no has estado tú en crisis?
;))