(Foto Gaby Messina)
conozco a una cantante que se llama Anita de Costa Rica, pequeña como un
troll, feíta como un troll pero no tan popular como un troll. cuando la
conocí, cantaba de noche por los bares de chepe pero nunca superaba el
segundo local, o le costaba mucho, debido a que se quedaba pegada en la
barra. tenía el pelo largo y acolochado y usaba anteojos de culo de
botella. también tenía un esposo y una hija a los que jamás conocí.
cuando me llamaba lo hacía desde un teléfono público. todavía recuerdo
el pip pip que suena siempre de primero en los públicos y el ruido de la
monedilla al caer. era cantautora, por así decirlo, y tenía -pese a
todo- una voz muy parecida a lo que podía esperarse de ella. sin embargo, una de las canciones
que me cantó alguna vez aún la recuerdo como emblema de esas noches tan efímeras y a la vez tan prolongadas, noches que parecían vivir con ella incluso a plena luz del día. la primera y única vez que la acompañé a una de sus rondas, la perdí a la altura de La Embajada. entró y no volvió a salir. no se imaginen dolor de blues o profundidad etílica
estilo chavela. era el canto de un ave desafortunada, un canto entre folclórico y cancerígeno, entre ambicioso y ridículo. un canto digno de su público.
conozco a un profesor de filosofía que tiene cara de
niño jesús, bonito e inmaculado. rotundamenteinmaculado. tiene la
piel de cera (40 años sin arrugas), los ojos nobles e impecables. por lo
general usa jeans planchados y camisas de tela a cuadros con botoncitos de nácar que
me corto una si no es su mamá quien se las plancha cada mañana. tiene una postura corporal que recuerda, en la raíz del
hipotálamo, a los monjes medievales que solo podemos imaginar viéndolo a él. cierta inclinación de cadera en
penitencia. pero lo mejor de este prohombre es su forma de hablar,
absolutamente ininteligible. sus clases y sus temas son una auténtica
caverna platónica solo que mucho más oscura porque tiene la
facultad de hacer difícil lo difícil pero sobre todo lo fácil. vive
desconectado de la realidad desde una altura académica envidiable. todo en él es digno de adoración, desde sus pestañas hasta sus consonantes. y sin embargo, pese a todo aquel ejercicio barroco de impostación,
no hay en él nada que no sea genuino.
conozco a otros muchos personajes que tienen esa presencia desbordada y furiosa desprovista de todo objetivo. hoy amanecí pensando en ellos, en su fuerza incongruente y
demoledora, y en la falta que me hace salir a la calle más a menudo para encontrármelos, en lugar de irme al cine, como hice ayer, a intoxicarme con historias que no me importan en idiomas que no entiendo. y lo peor de todo es que cada vez que lo hago, pierdo ¢1.800.
Último comentario de este tipo.
ResponderEliminarEra necesario parar a los abusivos.
Final - Ruffino pide Tregua
Por cualquier ofensa que le hayamos podido ocasionar, mis disculpas.